domingo, 14 de octubre de 2012

PERDONAR Y DEJAR IR


Por Analia Forti

Erróneamente solemos creer que conservar sostenidamente un antiguo dolor es una consecuencia involuntaria de lo hondo que esa herida ha calado en nosotros y desde ese lugar de víctimas dolientes nos aferramos al enojo como una manifestación emocional de nuestra fortaleza ante el dolor… Hemos sufrido una herida pero no estamos dispuestos a perdonar … Somos fuertes a pesar del injusto ataque… No vamos a perdonar semejante herida… Nunca… y tal vez … Jamás…
En otras oportunidades es un emblema de nuestra severidad moral con nosotros mismos o de nuestra autoexigencia el hecho de no perdonarnos y entonces nos regocijamos de  no perdonarnos desde los estudios que no hicimos hasta esa relación de pareja que terminamos y por qué no la entrevista de trabajo a la que no fuimos y quizás era nuestra gran y única oportunidad …
Asi vamos creando en nuestra vida una cadena interminable de asuntos inconclusos que no merecen ser perdonados, sean propios o ajenos.
La cuestión aquí es no cerrar… no dejar ir… y así seguir rumiando enojos y afrentas mientras nos reste vida porque nosotros… no vamos a perdonar… a ellos porque no lo merecen y a nosotros mismos porque tampoco creemos merece nuestro propio perdón.
Creemos una vez más desacertadamente que el perdón es una variante del olvido y entonces si perdonamos es que olvidamos y hay ciertos dolores que no queremos olvidar… o más bien no estamos dispuestos a olvidar a quienes lo ocasionaron.
Sin embargo, perdonar no es olvidar…
Perdonar es soltar para poder cerrar.
Cuando perdonamos no lo hacemos por el otro sino por nosotros, sea que perdonemos o que nos perdonemos siempre lo estamos haciendo por y para nosotros… no para olvidar lo que nos hicimos a nosotros mismos ni tampoco para olvidar lo que nos hayan hecho sino para cerrar aquello que mantiene nuestra energía retenida en esos asuntos inconclusos impidiendo que podamos destinarla a experiencias más positivas que la rumia emocional de enojos enquistados.
Perdonar y dejar ir… cerrar los asuntos inconclusos del pasado por injustos y dolorosos que sean, es el mayor acto de amor que podamos tener para con  nosotros mismos y nuestra vida.
Aferrarte a las ofensas, desamores, traiciones, deslealtades, desagradecimientos e injusticias es quedar atado al dolor… un dolor que permaneciendo en el tiempo solo crecerá hasta convertirse en rencor y esa raíz amarga será la cizaña que impida el crecimiento de tu vida.
Perdonar es soltar y soltarte… para seguir transitando el camino de tu vida libre de las cadenas del rencor.






No hay comentarios:

Publicar un comentario