martes, 8 de junio de 2010

ENAMORARSE DE UN PSICÓPATA.. UN VIAJE A LA LOCURA

Así la percibía él, como una mujer misteriosa, sin percatarse que el único misterio que encerraba, no era otro que una sucesión encadenada de engaños y ocultamientos en beneficio propio.
Así era ella, una manipuladora de debilidades ajenas, incapaz de todo sentimiento amoroso.
Trivial y vana, un exponente de la insoportable levedad del ser.
Su único talento residía, en una asombrosa habilidad para enmascarar sus objetivos, haciéndolos aparecer como nobles aunque no fueran más que ruines.
La máscara funcionaba: madre sola y trabajadora incansable.
Los propósitos se cumplían: obtener beneficios económicos.
El daño estaba hecho: Él se había enamorado.
La historia no es novedosa, un hombre maduro y una mujer joven, él necesitado de amor, ella de dinero.
La ecuación perfecta funcionaba una vez más.
Se habían conocido azarosamente como suele suceder.
Él había quedado encandilado al instante por su juventud, por su belleza, por su fingida fragilidad de venada desprotegida en la peligrosa jungla urbana.
Ella presintió destellos de gloria, de futuro promisorio, de amplias posibilidades de crecimiento personal y económico.
Él necesitaba el ímpetu de su juventud para aferrarse a la vida.
Ella necesitaba un mecenas para sostenerse a flote.
Él estaba dispuesto a darlo todo.
Ella estaba dispuesta a tomarlo.
Nunca se supo si ella lo sabía o lo intuía, tampoco si él la amaba o era la ilusión de lo imposible lo que lo desvelaba.
Nada era demasiado claro en él, salvo que su sonrisa se iluminaba ante el solo nombrarla.
Todo era demasiado confuso en ella, salvo que de alguna manera le permitía a él sostener la ilusión.
No hubo culpables.
El juego de la seducción pocas veces es unilateral y casi siempre existe una bilateralidad silenciosa.
Alguien seduce y alguien es seducido y de ahí en adelante, todo se confunde, se mezcla, se desdibuja.
Difícil resistirse a la tentación de ser objeto del deseo del otro, y más difícil aún, ser sujeto deseante.
El juego de la seducción es un viaje de ida.
Quizás, el saber bajarse a tiempo es la única medida que previene los daños colaterales.
Así comenzó la historia.
Un hombre que desea, una mujer que consiente ser deseada.
A partir de allí, quién deja paso a los sentimientos es el más vulnerable.
No podría afirmar que él la amara, aunque todo dejaba traslucir que así era.
Sus días tenían nombre, sus estados de ánimo estaban sujetos al contacto con ella, a una palabra suya, a un gesto, a una señal.
Él parecía amarla.
Ella parecía dejarse amar.
La danza embriagadora de las verdades a medias y las complicidades compartidas daban compás a cada jornada.
Qué música oía cada uno? Nadie lo sabía….
Él temía al rechazo.
Ella a la soledad y al desamparo económico.
Él estaba allí para ella.
Ella estaba para alguien?
Se acercaban y se huían.
Pero nunca huían lo suficiente ni se acercaban lo necesario.
La distancia justa y la cercanía precisa.
Una alquimia perfecta para un juego de dos, que solo uno sabía jugar.
El tablero de juego, la vida misma.
Reglas, no había.
Valía todo, hasta el desamor.
Él, una víctima voluntaria.
Ella, una perversa narcisista…
ANALIA FORTI

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