martes, 15 de febrero de 2011

LA ADICCIÓN A LA PERFECCIÓN

Decimos que lo perfecto es enemigo de lo bueno, porque en sí mismo el deseo exacerbado de perfección deja de lado la bondad de lo espontáneo y condiciona el hacer en base a un ideal tan elevado que alcanzarlo se transforma en el único objetivo, perdiéndose de vista el disfrute del tránsito hacia el logro.
Detrás de esta compulsión a la perfección que detiene y paraliza el hacer, existe una necesidad de responder ante la mirada propia algunas veces y ante la mirada del otro, otras tantas.
La mirada del otro condiciona y limita la libertad del ser pleno.
En esa búsqueda de aprobación y aceptación del otro, que no es más que el deseo de ser amado y reconocido, reside la trampa que encierra esta adicción.
No somos en verdad adictos a la perfección sino al amor , aceptación y reconocimiento del otro y de nosotros mismos porque hemos internalizado aquellos mandatos de nuestro ideal del yo.
Si nuestra valoración de nosotros mismos ante nosotros y ante los otros estuviera centrada en el ser y no en el hacer, el condicionamiento de la perfección desaparecería.
Hacer todo perfecto, no nos asegura ser amados ni valorados ni reconocidos.
Hacer todo perfecto , simplemente nos asegura someternos a una autoexigencia desgastante que insumirá una gran cantidad de energía para responder a tan excelso ideal, originando una ansiedad que nos hará anticipar lo venidero en lugar de acercarnos a vivenciarlo desde la serenidad de haber hecho nuestro mejor trabajo y de ser siendo nuestro mejor yo.
Lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Lo bueno es lo que me permite ser.
Ser quien soy, es lo perfecto.
Poder lo que puedo es ser quien soy.
Lo bueno, no siempre es perfecto.
Lo que es, es.
CLR. ANALIA FORTI

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