jueves, 15 de noviembre de 2012

NO HAY PROFESIONES SINO PROFESIONALES

NO HAY PROFESIONES SINO PROFESIONALES
Por Analia Forti
En algún momento de mi vida, en el cual era aún muy joven con poca experiencia y algunas ideas desacertadas sobre la vida, creí que la valía la tenían las profesiones y dentro de ellas había construído mi propio escalafón de profesiones valiosas encabezado por la Medicina, ciencia a la que consideraba del mayor altruismo y compromiso por lo cual consideraba a los profesionales de la medicina dignos del máximo respeto por sobre todas las profesiones. En mi personal categorización profesional le seguían a los médicos los profesionales del Derecho, los abogados que advogaban por los derechos de las personas y eran ellos para mí ingenua juventud respetables doctores de la ley.
Luego ya en menor medida y sentido descendente le seguían otras profesiones, pero ninguna calificaba en su valor tanto como aquellas que protegían la salud, la vida , la libertad y los derechos del ser humano.
Finalmente y como inevitablemente sucede el tiempo pasa y la juventud también pero llega la conciencia crítica, la experiencia de vida y los aprendizajes, dolorosos algunos, tristes otros, pero en definitiva necesarios para construirse como adulto y para que la ingenuidad dé paso a la genuinidad y así fue que variadas experiencias me hicieron descubrir, vale decir, aprender que no solo mi escalafón de valía profesional era cuanto menos desacertado sino una verdad aún mayor  “ no había valía alguna en las profesiones sino en los profesionales”.
Así expresado, carece de la reveladora contundencia que tuvo para mí ese darme cuenta, porque esta evidencia se tornó en certeza y convicción y desde ahí comencé a verlo todo de modo diferente.
No era valioso el médico sino este y aquél médico por sus virtudes éticas y morales, vocacionales y de compromiso y no tan solo por sus destrezas médicas. Y no eran valiosos los abogados sino este y aquél abogado cuyo sentido de lo justo era lo suyo de cada uno y no se ajustaban solo a la ley positiva sino a lo equitativo y moral.
Así descubrí en el vivir, que un masajista puede confortar más con  el calor de sus manos que un diestro kinesiólogo que abandona al calor de una lámpara a un ser que yace sin compañía ni palabra hasta el final de una sesión y aún más que un traumatólogo que no mira al ser humano sino como diagnosis posible desprovisto de su humanidad emocional.
Me maravillé al ver como un  novato estudiante de counseling es capaz de sobreabundantes dosis de sanante empatía y aceptación incondicional , en tanto un encumbrado psiquiatra lesiona con una frase carente de empatía alguna a un paciente que acude a él en busca de su cura.
No deja de ser una verdad de evidencia que el más renombrado arquitecto devasta paisajes con un planeamiento urbano de visión netamente comercial en tanto un paisajista engalana con su sensibilidad estética un minúsculo sector verde en una plaza urbana.
No se trata de profesiones sino de los profesionales, no es la cuestión el hacer sino el “cómo” de ese hacer.
Lo vocacional que se escurre en la pasión del ejercicio profesional y se evidencia en lo que cada profesional transmite en su tarea, en aquello que le brinda al otro, en lo que dispone de su humanidad para esos otros del hoy y para aquellos otros de las generaciones venideras, cuando deja plasmada su obra, cuando transmite un conocimiento, cuando con su hacer profesional construye enriquecimientos colectivos.
Quizás es por eso que cada vez que recomiendo un profesional de alguna profesión, lo hago basándome en la delicada conjunción de su ser y su hacer, porque aprendí que nadie hace diferente de quien es y como en cada vínculo profesional hay implicado un vínculo interpersonal, hacer y ser se entrelazan en la trama inseparable del sujeto que como profesional desempeña su hacer.

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