LA SOCIEDAD DE LA OTRA MEJILLA
Por Analia Forti
La sociedad la constituimos todos, pero sin embargo hablamos de ella
como si fuera algún tipo de entidad que está por fuera de nosotros, cuando día
a día con cada actitud estamos aportando nuestro hacer a la construcción de la
sociedad en la cual vivimos.
En cada acción de descompromiso en cuanto a opinión religiosa,
política, bioética o de la temática que se sea, estamos construyendo a esa
“sociedad” que luego juzgamos y a la cual atribuimos la responsabilidad de todo
cuanto nos acontece, cuando lo cierto es que formamos parte de hacer que ese
acontecer acontezca.
Si hay alguna violencia social que me preocupa mayormente, porque la
entiendo madre de toda violencia, es la violencia de la indiferencia social hacia
la muerte.
Naturalizar la violencia y ubicarla en el lugar de “lo cotidiano” ya
era suficientemente grave, pero nos hemos atrevido a dar un paso más, el de la
indiferencia.
Somos una sociedad que denomino “sociedad de la otra mejilla” pero en
el peor y más horroroso de los sentidos, en el sentido del desentendimiento, de
la ausencia de compromiso, del mirar hacia otro lado, de la inacción social,
política y profesional.
Nos hemos transformados en una sociedad alienada, anómica, amoral que
mira a un punto de fuga y de soslayo hace que se espanta de los espantos que
gesta con su actitud sin actitud social responsable.
“Hoy mataron a otra en Rosario” …
“Viste lo de las pibas abusadas por el falso productor de televisión”
“Quemaron a otra”
“Te enteraste de la chica que quedó cuadriplégica por Bulliyng”
“Lo mataron delante del hijo para robarle el auto”
Horror, muerte, espanto, abuso, delincuencia, criminalidad, violencia…
pero todo sintónico…no hacen ruido las violencias cotidianas, no hay reacción
social ni compromiso en la acción.
Los medios de comunicación nos preguntan ¿Cuáles serían los modos de
prevención de la Violencia? y los profesionales respondemos largamente sobre
las estrategias preventivas, la psicoeducación, la información, las campañas,
las charlas abiertas a la comunidad, la concientización sobre la violencia, la
prevención en el ámbito escolar y laboral, la protección preventiva de la mujer
en estado de vulnerabilidad emocional…
Pero pocos pronuncian o escriben la verdad.
Una verdad que duele pero que exige ser dicha.
Son pocos quienes se comprometen con esta problemática social.
Somos pocos…
Pocos en relación a la demanda, a la necesidad de trabajo en red, a la
inevitable urgencia de formación de equipos.
Pocos los profesionales que asisten a Capacitarse en Violencia.
Pocos los integrantes de la comunidad que asisten a charlas gratuitas
de prevención.
Pocos quienes se detienen a mirar cara a cara a la muerte por
violencia de todo tipo.
Pocos los que se involucran.
Pero nadie pronuncia esta verdad… la del descompromiso social… la de
una sociedad que pone la otra mejilla a la muerte de otros humanos… la de la
indiferencia colectiva y la muerte masiva…
Pocos somos los que asumimos un compromiso de trabajo, dedicación y
formación en prevención de la Violencia, pero esos pocos tenemos la fuerza que
pugna por la Vida y sabemos que cada persona que recibe información y atención
es una potencial víctima que sale del circuito de violencia donde la colocaba
la desinformación.
Una sociedad a quien no le duelen sus muertos, anestesiada y vencida
por el yugo de la cotidianeidad que ha hecho prevalecer lo urgente sobre lo
importante y que con la mirada fija hacia ese río color de león, naufraga en
las aguas turbias de una anomia social que arrebató a Dios el poder soberano
sobre la Vida y la Muerte , haciéndolo recaer sobre otros hombres, lobos del
hombre…
Se levantarán unos contra otros y se anunciará el final de los
tiempos…
La profecia autocumplidora de una sociedad indiferente a la muerte.
Que la verdad sea dicha.
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